domingo, 16 de agosto de 2015

Anton


 Carta de una estudiante romántica a un profesor realista


El romanticismo y el realismo han sido puestos en oposición por muchos teóricos. Un breve recorrido por un par de historias realistas nos demuestran lo contrario.
Estimado profesor:
Es mi intención, por medio de esta carta, hacerle saber que no creo que usted sea un realista. De hecho no creo que ningún hombre, mujer o intermedio lo sea realmente. El ser humano es por naturaleza un romántico. Así es.  Aún con sus más taciturnos y testarudos esfuerzos por volverse realista y pragmático, el ser humano es idealista.
Prueba de ello es que hasta en los más realistas, cotidianos y positivistas cuentos se encuentra el elemento romántico por excelencia. Tomemos un par de ejemplos: La dama y el perrito de Anton Chejov y La Sima de Pío Baroja.
Estos, como bien sabe usted, son un par de magníficos ejemplares del realismo. Anton Chejov era un médico ruso conocido por algunos como “el maestro del cuento que no tiene trama argumental”. Le fascinaba ahondar en la psicología de sus personajes, sus instintos más primarios, sus reacciones humanas y reales. Los aspectos más viles y patéticos del ser humano encontraban su cómoda morada en Dmitri y Ana.
Hacía mucho tiempo ya la engañaba – admitía para sus adentros Dmitri Dmitrich Gurov- lo hacía con frecuencia y por esta causa, probablemente, siempre hablaba mal de las mujeres; cuando se hablaba de ellas en su presencia, solía acotar:
-Raza inferior. (Anton Chéjov. 1889)
Muy lejos del ser el príncipe azul, el caballero con profundos principios morales, estaba Dmitri. El amor entre él y Anna era pecaminoso y lleno de falencias. Los instantes de silencio mutuo eran los momentos de mayor comunicación entre los amantes.
Por un camino muy parecido, aunque una corriente un poco diferente, estaba el médico español Pío Baroja. La falta de sexo y el mucho leer lo convirtieron en un ser pesimista y retraído.  La vida es esto, -opinaba el doctor en dolor-  crueldad, ingratitud, inconsciencia, desdén de la fuerza por la debilidad.
Sus extensas descripciones de la naturaleza son producto de la observación del mundo en el que vivía. Los escritores realistas utilizaban la documentación rigurosa para lograr reflejar con precisión tanto los ambientes como el carácter de sus personajes.
La belleza, proporción y perfección del romanticismo habían quedado atrás. Esto es evidente en la descripción del pastor: ´Era un hombre tosco y primitivo; sus mejillas, rugosas como la corteza de una vieja encina estaban en parte cubiertas por la barba naciente no afeitada de varios días. ´ (Pío Baroja)  El pastor y su nieto son feos, toscos, brutos y cobardes.
Los realistas estaban cansados del idealismo absurdo de los románticos. Los avances científicos de occidente los habían hecho abrazar solo lo que se puede ver, sentir y razonar.
´Veíase desde aquí hacia abajo la gran ondanada de valle… se destacaban las ruinas del antiguo castillo de los señores del pueblo. ´ (Pío Baroja). Querían hacerle saber al mundo que el romanticismo con sus castillos reyes y reinas ahora era un montón de escombros. Se habían liberado de la ignorancia y ahora lo único que los gobernaba era la ciencia. Después de un gran esfuerzo y sin la ayuda de ningún dios habían logrado hacerse dueños de sus destinos ¡Qué orgullosos se sentían!
Pero a veces, tal vez sin quererlo, encontraban esa magia en la cotidianidad. ´Aquí en la estación, ya olía a otoño; la noche estaba fresca.´ (Anton Chéjov. 1889) Es una descripción realista, es cierto, pero debe admitir que no del todo pragmática y objetiva porque ¿a qué huele el otoño?
Como decía anteriormente, estos dos escritores encarnan corrientes distintas del realismo. Chéjov representa un realismo clasicista ya que en sus cuentos predominaban las clases altas y la dirigencia política. Por su parte Baroja es un realismo naturalista pues se centra en describir el entorno de los personajes, la naturaleza que los rodea.
¿Cómo –preguntará usted- me va a decir que no existe el realismo? Le responderé que el realismo claramente existe. Lo que sucede es que los seres humanos somos pésimos fans. Verá, aunque en los cuentos no hay hadas, príncipes, brujas ni finales felices, sí está el elemento romántico por excelencia: la esperanza manifestada en la búsqueda. ´En diciembre, durante las fiestas, hizo las maletas, dijo a su mujer que se iba a Petersburgo para interceder por un joven y partió a S. ¿Para qué? Él mismo no lo sabía bien. Tenía deseos de ver a Anna.´ (Anton Chéjov. 1889)
La búsqueda, emprender un viaje hacia lo desconocido sin ninguna garantía de éxito, es un elemento netamente romántico. Humano.
El sólo hecho de que usted admire  la capacidad de ser romántico lo convierte a usted en romántico. Si usted disfruta, aún desde una precavida distancia, de la emoción que trae consigo una vida llena de misterios y misticismo quiere decir que es romántico.
El amor imposible entre el realista y el romanticismo es lo más romántico que he visto.

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