martes, 24 de mayo de 2016

COLOMBIA AMARGA - Germán Castro Caycedo






















Endemia colombiana: la violencia inicialmente, diez reportajes abren el panorama de Colombia Amarga; en ellos, Castro Caycedo deja abierta una noción de la endemia colombiana: la violencia que históricamente ha transitado por estas tierras desde los tiempos de la invasión de los europeos; la violencia que ha prevalecido de manera patética hasta nuestros días, tiempo en el que Colombia se presume una república independiente.
Tal violencia se manifiesta a través de disputas políticas, del dominio descarado de las tierras campesinas, de un odio indiscriminado hacía los indígenas, del afán de las multinacionales por expandir su campo de acción y explotar todo recurso vital, del narcotráfico, del hampa en las calles, de la corrupción administrativa, del abandono estatal y el olvido de regiones recónditas.
En Caicedonia, en el Valle del Cauca, también alrededor de 1970, se luchaba en una guerra entre liberales y conservadores "frente nacional". Las tierras de este pueblo son ricas e ideales para el cultivo del café –cuyo grano es apetecido por su dulce sabor, y ha hecho de Colombia un país popular ante el mundo-. Sin embargo, la violencia no permitió que la región prosperara en paz, pues los líderes de los partidos que ya mencionamos, se disputaban estas tierras fértiles, buscando saciar sus comodidades. Los campesinos permanecieron allí explotados, ignorantes e impotentes para ejercer alguna resistencia. Los gamonales de cada grupo político poseían control absoluto sobre la región, y su poder era tal, que se podían dar el maléfico lujo de elaborar listas negras, en donde se escribían contendientes a eliminar.
El Genocidio Sigue, es el título de otra de estas crónicas sobre la violencia. En San José del Guaviare, en donde miles de hectáreas de selva han desaparecido para que el colono pueda civilizar el lugar, la población tiene el espejismo de ser una zona próspera por la producción de arroz. La gente que vive en la región, proviene de diversas partes de Colombia, y llegaron allí en busca de trabajo. En efecto, consiguieron trabajo como cultivadores de arroz, pero al tratar de vender sus cosechas, los intermediarios y especuladores acechaban sus mercancías para ofrecerles y pagarles sumas miserables, mientras éstos las revendían a cifras muy superiores a las agencias oficiales.

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